martes, 28 de abril de 2015

LAS FIESTAS VISTAS POR UN DESPISTADO.



LAS FIESTAS VISTAS POR UN DESPISTADO


Cosas de Humor


POR: Vicente Cardona Llabata




Hay dos clases de despistados: los que llevan máquina fotográfica y los que no la llevan.

Pues bien; el que vino a nuestra villa hace años era uno de esos de «leica» en ristre.
Vio las fiestas, y al llegar a su ciudad, dicen que publicó en un periódico sus impresiones sobre las mismas. Y aseguran que eran las siguientes:

De las fiestas de Paterna, una de las cosas que más me agrada es el pasacalle de cohetes de lujo. El pasacalle de cohetes consiste, como su nombre indica, en un pasacalle de cohetes. Está a cargo de hombres seleccionados, ya que éstos no solamente tienen dos brazos, como todos, sino que uno de éstos es especial, pues en un extremo le ha crecido un cohete de colores que no para de tirar chispas, ya que a todos los cohetes les gusta mucho tirar chispas.

La «despertá» es algo original. Como la noche anterior todo el mundo se ha acostado tarde y no despertaría nunca si no fuesen llamándolo, a las seis de la mañana van por las calles unos hombres también seleccionados, que van sacándose de una mano que tienen al final de un brazo, unas bolitas que allí llaman «tronaors» y las van encendiendo y tirando al suelo hasta que hacen ¡pum! muchas veces seguidas. De esta manera, los vecinos, desde la cama, dicen enfadados:

-Ya están ahí los tíos esos- y vuelven a intentar dormirse.

Uno de los mayores misterios de la «despertá» consiste en saber quién despierta a los que hacen de despertadores. Me dijeron que antiguamente había un fantasma que a las cinco de la mañana iba a casa de los despertadores esos llamando a sus puertas y les decía que ya era la hora y que ya estaba bien, caramba. Actualmente, este fantasma no sale de casa porque la sábana con que se cubre está pasada de moda y no tiene dinero para adquirir otra mejor.

A estos despertadores les ocurre como a los «toreadores». Cuando lo hacen bien, la música, que va siempre detrás de ellos, se pone venga a tocar y a tocar y al llegar a la plaza dan una o dos vueltas, también como los «toreadores».

La «cordá» es un acto más extraordinario que nada. Se apagan todas las luces de una calle y los vecinos se vuelven casi locos, hasta el extremo de que se creen gallos y gallinas y por tal motivo se encierran en casa poniendo en las puertas tela metálica para que la casa parezca un gallinero. Más tarde, unos hombres van por la calle encendiendo unos cohetes. Estos hombres juegan un papel muy importante en la «cordá» esa, pero son tan tímidos que para que no vea nadie que se azaran mucho, llevan la cara tapada.

Yo mismo quise tomar parte en aquel festejo y fui y me azaré tanto que me encendí a mí mismo, sufriendo graves quemaduras, y gracias a que el médico era amigo mío las consideró quemaduras sin importancia y no me pasó nada.
La gente a lo que le tiene mucha afición es a irse a comerse una paella, pues a la gente aquella le gusta mucho comerse una paella y «menear el bigote», que vaya Vd. a saber que será.

Y así muchas cosas más...»

Así me lo contaron.


Vicente Cardona Llabata - Año 1950

martes, 21 de abril de 2015

EL CARRER MAJOR



LA CALLE MAYOR Y LA FIESTA MAYOR

Excelente escrito del libro de fiestas del año 1987, de D. Juan Sancho Civera, el catedrático paternero, que tanto a colaborado por hacer grande el nombre de Paterna, en este articulo nos habla de la calle Mayor, cuando se conjuga con las fiestas mayores, una mirada fantástica al sentimiento de un paternero hacia sus costumbres.


                                        
                                         D. Juan Sancho Civera, a la izquierda de la imagen, junto a otros ilustres paterneros. Fotografia
                                         de Ateneo Cultural Paterna.





Una vez más, la amable invitación de los clavarios del Stmo. Cristo de la Fe y San Vicente Ferrer, han hecho posible mi acercamiento a las páginas de este libro de fiestas, lo que me ha permitido aportar una modesta pero sentida colaboración literaria.

Tal vez no sea la persona más indicada, ni siquiera esté lo suficientemente preparada, para abordar un tema de tanta trascendencia como el que me he propuesto desarrollar, pero mi proximidad a ella por razón de nacimiento y la gran devoción que por ella he sentido siempre, como paternero, han sido motivos capaces de infundirme el suficiente valor para hacerlo, aún a expensas de no dar la altura que tal tema se merece. Mi intención es buena y en este sentido confío ser interpretado por cuantos tengan a lo largo y ancho de nuestra geografía, se extienden las grandes ciudades que, con sus pueblos, villas y aldeas, configuran en conjunto, la llamada «Nación Española» es decir, España. Si pudiéramos visitar la mayor parte de estos núcleos urbanos, nos encontraríamos con la sorpresa de que en la inmensa mayoría de ellos y entre sus numerosas calles y plazas, existe una de ellas denominada «Calle o Plaza Mayor».
El nombre de calle o plaza mayor no significa siempre que ésta tenga que ser la más grande, ni siquiera la más ancha o extensa, tal vez su nombre se deba a la circunstancia de ser la más antigua o la de mayor edad, tal vez la importancia del nombre radique en el hecho de poseer unas peculiaridades que, de alguna manera, la hagan distinta a todas las demás.
Lo cierto es que por una u otra razón son muchos los pueblos que tienen una calle o una plaza mayor.
La Calle Mayor de Paterna cuenta con peculiaridades tan especiales que la definen por si sola y para servir a tal convicción es por lo que me he atrevido a escribir estas páginas, bien entendido que sólo me ocuparé de su relación con el aspecto festivo de nuestro pueblo.
Arteria principal de la Calle Mayor, es atravesada diariamente por un cordón inacabable de vehículos. La privilegiada situación en que se encuentra, ha hecho de ella, durante muchos años, un acceso prácticamente obligatorio de las personas que con frecuencia se dirigían a lugares de tanta importancia y significación como el Mercado de la Plaza, el Ayuntamiento, la Iglesia Parroquial de San Pedro Apóstol, el ferrocarril eléctrico, la exuberante huerta de Paterna, etc. No podían faltar en ella y no faltan los más diversos y variados establecimientos, que son motivo de atracción de la gente y que la convierten en un núcleo comercial de gran interés.

Pero donde esta calle cobra un relieve especial, cargado de recuerdos y de tradiciones, es precisamente cuando Paterna se dispone a celebrar las Fiestas en honor al Stmo. Cristo de la Fe y San Vicente Ferrer, contando para ello con la colaboración y participación de los Clavarios, elegidos anualmente para estos menesteres.



Son las diez de la noche, una de estas noches estrelladas del mes de Agosto, más pronto calurosa y seca que fría y húmeda. Dentro del programa de festejos se anuncia la Gran Noche Mora y cristiana y la Calle Mayor se halla presta a recibir, cual se merecen, a estas comparsas llenas de majestuosidad y de alegría. Horas antes, los vecinos de la misma han iniciado sus preparativos, éstos, conscientes de la larga duración del acto, colocan algunas sillas perfectamente alineadas a lo largo de las aceras, pero dejando detrás de ellas espacio suficiente para permitir el acceso de la gente. Estas sillas serán ocupadas por familiares y amigos que puntualmente acuden a la cita anual. Con frecuencia se observa el asiento ocupado por alguna autoridad civil o militar que previamente ha sido invitado a presenciar este acto. Bien leer estos renglones. De pronto y a lo lejos se oye el batir de los timbales de alguna comparsa mora, es la señal inequívoca de que la comitiva se acerca. Luego les sigue el bando Cristiano, con su música de pasodoble. La muchedumbre que hasta entonces iba y venía por la calzada, se dispone a ocupar sus asientos o a quedar de pié detrás de las sillas. Las luces encendidas, la calle engalanada, la gente acomodada en sus puestos, todo está preparado para dar paso al magno desfile.

Poco a poco van pasando las comparsas, acompañadas todas ellas de sus bandas de música. Los componentes de cada comparsa se dividen en varias filas, al frente de las cuales se elige gallardamente la figura de su capitán. Este blandiendo su alfanje o un arma similar, o espada va realizando una serie de movimientos con los que pretende y consigue que su fila vaya perfectamente ordenada, procurando al mismo tiempo que el ritmo acompasado que éstas imprimen esté igualmente acorde con el de las marchas, mora o cristiana, que cada banda va interpretando.


Los moros y cristianos, ataviados con las más flamantes y ricas vestiduras, se mueven con su majestuosa y singular gracia a las órdenes de sus capitanes, haciendo las delicias del numeroso público que abarrota la calle y que con frecuencia les obsequia con largas y calurosas ovaciones. La Calle Mayor vibra de emoción y de entusiasmo. Si pudiéramos desvelar los pensamientos que la embargan, en estos momentos, a buen seguro confirmaríamos que éstos están llenos de alegría y de la grata satisfacción que supone contribuir a la extraordinaria belleza que emana del grandioso espectáculo que se nos está ofreciendo. Y es por ello, que la Calle Mayor, contenta y alegre, participa de lleno no solo con su altiva y arrogante presencia, sino también haciendo que las notas musicales emitidas por las diferentes bandas, al reflejar en sus paredes, lleguen a nuestros oídos con una mayor intensidad capaz de enardecer y proporcionar a nuestros cuerpos un agradable cosquilleo.

Horas más tarde, todas las comparsas han efectuado su brillante desfile por la Calle Mayor. El público comienza a retirarse, las sillas vuelven a sus domicilios, las luces se apagan, las puertas y ventanas se cierran, la Calle Mayor se dispone a descansar y en verdad que lo necesita pues en los días siguientes le esperan otros acontecimientos.








Han pasado sólo unos días, nos encontramos en el último domingo de Agosto, la Calle Mayor presenta un aspecto bien distinto al habitual. Sus puertas y ventanas se hallan cubiertas y protegidas por unas estructuras de madera y tela metálica, hábilmente confeccionadas, en su calzada se han dibujado unos círculos con unos números, todo parece presagiar que la calle va a ser testigo de un nuevo acontecimiento.

Son las diez y media de la noche, la Calle Mayor se prepara para presenciar el paso del tradicional e inigualable «pasacalle de cohetes de lujo». Este, no tarda mucho en hacer su aparición. Los clavarios, acompañados de familiares y amigos se disponen en dos filas, son los «tiradores de cohetes», equipados con el atuendo apropiado, llevan la cabeza cubierta con una gorra, un sombrero o un simple pañuelo. Provistos de una tenazas especiales, en las cuales se ajusta perfectamente el cohete de lujo o de pasacalle. Los cohetes son encendidos con una simple mecha, o mejor aún, con el cohete encendido del vecino próximo anterior o posterior. A su lado marchan los portadores de los cajones, llenos de cohetes, que son los encargados de ir alimentado a los tiradores tan pronto como el último de sus cohetes ha hecho explosión.

La enorme cantidad de chispas lanzadas al aire, acompañadas de las bengalas de colores que, rasgando el cielo parecen salirse de la calle, comunican a esta un resplandor y una luminosidad, sólo apagadas por una densa cortina de humo, el ruido de las salidas y las explosiones de los bolos retumban, de manera incesante, en nuestros oídos. La perfecta combinación de todo ello, junto con un ambiente saturado de olor a pólvora, rodean a la Calle Mayor de una belleza indescriptible.

La expectación y el contagio de este pasacalle es de tal magnitud que gran número de personas, de ambos sexos y de distintas edades, acompañan a esta comitiva. No falta tampoco en este acto la nota pintoresca, ofrecida por grupos de jóvenes, que por su indumentaria, por sus bailes en el centro del pasacalle o por ser portadores de algún que otro objeto, provocan la hilaridad del espectador que alegremente contempla el paso de esta doble serpiente tanto luminosa como ruidosa. El pasacalle de cohetes ha tocado a su fin, la gente se dispone a cenar lo más rápidamente posible para no perderse el próximo acontecimiento, quizá el más grande de todos pero, sin lugar a dudas, el que más fama ha proporcionado siempre a nuestro pueblo, se trata, como no, de la tradicional e histórica «Cordá» de Paterna. Esta, tan espectacular como peligrosa, precisa de un orden y una programación nada común pero ahí están los clavarios y un buen equipo de especialistas, capaces de conseguir ambas cosas.

Equipados de pies a cabeza, protegiendo siempre las partes más débiles del cuerpo, destaca en ellos, su casco o careta metálica que preservará la cabeza y la cara de golpes y quemaduras, pero permitiendo una visibilidad medianamente buena. Algunos parecen astronautas dispuestos a ser lanzados al espacio, pero aquí no se trata de esto sino más de un desafío entre el hombre, por una parte, y el fuego, las chispas y las explosiones, por otra. Es un juego peligroso entre el hombre y la pólvora. De estos hombres depende que el espectáculo resulte brillante o no.

El lugar ideal para llevar a cabo la cordá es la Calle Mayor. Ahora se comprenderá el porqué de las protecciones metálicas de las puertas y ventanas. Dado que la calle es larga y bastante ancha, la gente se situará a lo largo de la misma, quedando ésta materialmente abarrotada.

Todo está preparado ya. De pronto suena el aviso, las luces de la calle se apagan y la gente, nerviosa, espera con impaciencia los primeros compases que indican el comienzo de la Cordá. Cuando esto ocurre, una alegría especial invade los cuerpos de todos los presentes. A partir de aqui todo lo que quieran, centenares de cohetes y femelletes rasgan el espacio de nuestra Calle Mayor, infinidad de explosiones, chispas, fuego, humo, olor a pólvora, todo ello perfectamente amalgamado, parece transportarnos al infierno.

Y la Calle Mayor? ¿Cómo acepta este espectáculo? indudablemente lo acepta bien. El mayor espectáculo de las fiestas debe darse, por lógica en la Calle Mayor. Como madre amorosa no le importa que sus hijos la golpeen con esos cohetes borrachos, ni siquiera protesta cuando en sus propias carnes recibe las quemaduras de éstos, más bien por el contrario, parece saltar de alegría haciendo que los cohetes, al rebotar en su suelo y en sus paredes, vuelvan al espacio describiendo unos movimientos más perfectos y armoniosos que si fueran lanzados por hombre alguno.

De repente, una lengua de fuego, seguida de una gran explosión, cohetes y femelletes en todas direcciones y minutos más tarde, una humareda en forma de hongo se eleva al espacio. La gente situada en la calle comenta fuerte, «se ha quemado un cajón». En efecto, una chispa fortuita o intencionada, ha penetrado en el cajón y prendiendo en la masa ha hecho explosión como una pequeña bomba, rompiendo las maderas y lanzando con fuerza los cohetes de su interior. Esto suele producirse con alguna frecuencia.

El espectáculo que se ofrece a los que se hallan detrás de la enmarañada tela metálica es bien distinto, las chispas y las explosiones, que se suceden continuamente alternan con algún que otro golpe provocado por el choque de los cohetes con la protección metálica. Pero la cantidad de humo alcanza tales proporciones que apenas si se puede respirar. La Calle Mayor tiene soluciones para todo. Algunas viviendas aún conservan aquellos típicos corrales, llenos de plantas y macetas, que son la envidia de quienes los visitan. En el centro del corral, unas mesas llenas de pastas caseras y unas botellas de licor, hacen pronto borrar las huellas del humo y una vez repuestas las fuerzas, se vuelve a salir a desafiar a los elementos. Las viviendas modernas y los pisos, no tienen corral, pero si unas terracitas que hacen las veces de aquél.

Transcurridos veinticinco o treinta minutos del comienzo, termina la cordá. Para ratificar lo que en la calle acaba de suceder, la gente desfila por ella y contempla con estupor el aspecto de la misma, un suelo lleno de cohetes quemados, restos de cajones rotos, papeles y cañas por doquier, las paredes rayadas o pintadas de negro, en fin, todo un poema capaz de definir el infierno, que momentos antes, se ha vivido en este recinto.

Paterna tiene una gran riqueza. La mayor riqueza de Paterna no está en su agricultura o en su industria, no está en el suelo o en el subsuelo, ni siquiera en las fábricas o en el comercio. La mayor y más alentadora riqueza de Paterna está en sus gentes. Gentes con un alma tan sencilla y tan pura, que cuando se hacen asequibles se descubre en ella una riqueza insospechada llena de matices cordiales y humanos, fuertes y sensibles, por eso el paternero es sereno ante el riesgo, solidario con el daño ajeno, noble en la lucha, sensible a la injusticia, estrepitoso en la fiesta, devoto en sus creencias, con gran fe en su Cristo. Y todas estas cualidades se hallan reflejadas en sus manifestaciones festivas, por eso no es de extrañar que al día siguiente, cuando en el ambiente de la Calle Mayor aún se respira el olor a pólvora, el paternero sea capaz de pasar de un infierno a un cielo, de una noche de fuego y de ruido a otra noche donde se respira silencio y recogimiento.



La Calle Mayor presenta un brillo celestial, su rostro resplandece de una alegría sin límites, el motivo no es para menos, el Stmo. Cristo de la Fe, el Cristo de los paterneros, la imagen tallada, cuya figura representa a Jesucristo clavado en la cruz cuyo nombre, Paterna y los paterneros tantas veces invocamos y por la que sentimos una especial devoción, esta sagrada imagen va a ser trasladada en solemne procesión por las calles de la Villa y nuestra Calle Mayor, con esa intuición de madre, presiente que también ella va a tener la oportunidad de postrarse a sus pies y pedirle humildemente que interceda por sus hijos.

El cortejo procesional se inicia con una masiva asistencia de mujeres y niños, seguida después de los hombres, todos, ataviados con sus mejores galas, son portadores del correspondiente cirio. La gente, que de nuevo abarrota la calle, contempla con silencio el paso de la procesión, silencio que, de cuando en cuando, se rompe para musitar frases como «estos son los clavarios entrantes», mira fulano es el clavario mayor para el año que viene», «¿estas son las clavariesas entrantes o salientes». Son frecuentes también los gestos amistosos o saludos verbales entre los asistentes a la procesión y los que la están viendo. La imagen del Cristo entra en la Calle Mayor. La gente se pone respetuosamente de pié y no se arrodilla porque es imposible hacerlo. Todos los ojos se dirigen hacia la venerada imagen y con un fervor cristiano manifiestan sus múltiples pensamientos, mientras unos rezan en sencilla oración, otros piden a Dios protección para los suyos, algunos no saben que decir pero clavan su mirada en el rostro dolorido de la imagen crucificada y esta mirada es tan profunda y tan cargada de sentimiento que lo dice todo. La Calle Mayor goza, en estos momentos, de su fiesta más grande.

Detrás de la imagen y en representación de los estamentos sociales y eclesiásticos marchan los ministros de la Iglesia y las autoridades civiles y militares. La laureada banda de Paterna, va desgranando al aire las dulces notas de una música sacra, mientras que una compañía de soldados, con sus oficiales al frente cierran la comitiva procesional.

No sería justo hablar de la Calle Mayor, sin dedicar un recuerdo a sus vecinos. Estos al igual que sus antepasados, soportan pacientemente las vicisitudes y los problemas que siempre plantean unas fiestas como las nuestras, la sangre paternera que corre por sus venas y el gran cariño que sienten por Paterna y sus fiestas son motivos capaces de soportar todas las incomodidades habidas y por haber, ellos así lo entienden, Isabel Esteve y su familia, con el grato recuerdo de sus padres, el amigo Ramón Gimeno y los suyos, las hermanas Miralles, extraordinarias paterneras, María Ferrandis, la Cota, de cuya madre sentía gran admiración, de cuyo hermano Antonio, guardo el buen recuerdo de haber sido, aunque por poco tiempo, mi maestro en las Escuelas Nacionales y con cuyos hijos Maria y Pepe, me une una buena amistad, Carmen y Consuelo, las de Coto, y familia, en especial el gran amigo de siempre Vicente Ballester, recuerdo de admiración para la que en vida fue Pelegrina, la del estanco de las cuatro esquinas, y si me lo permiten Ismael Calatrava y los suyos, cuya familia contó siempre con la amistad sincera de mis padres y como no, con la mía propia, el de otros muchos a los que mi memoria no alcanza o no llegué a conocer, para todos ellos nuestra fiesta mayor les debe un especial reconocimiento y que yo quisiera, en su nombre, hacer patente en estas líneas. Gracias a todos y enhorabuena por vuestro comportamiento.



Paterna acaba de celebrar su fiesta mayor, todo vuelve a ser como antes. La Calle Mayor se queda sola, el ir y venir de los vehículos y el paso habitual de la gente romperán su silencio en espera de que llegue otro año. El tiempo irá pasando, futuras generaciones sucederán a las anteriores, no es difícil imaginar que cada una de ellas, seguirá manteniendo, y, si cabe, mejorando todas las manifestaciones históricas y tradicionales de nuestra Villa, como testigo de excepción que nuestra calle principal, madre por excelencia de todas las calles, la cual, podrá ser objeto de alguna modificación o transformación en su aspecto externo, pero indudablemente su espíritu permanecerá inalterable para dar fe de que todo va desarrollándose, cual es el buen deseo de todos aquellos paterneros que viven y sienten el orgullo de tener en su pueblo, una Calle Mayor.


Juan Sancho Civera - 1987

jueves, 16 de abril de 2015

HISTORIA DE LA SALLE

Historia del centro de la Salle Escuela Profesional.


http://web.eplasalle.es/historia-del-centro/







 Desde 1951 empezó a funcionar en Paterna (Valencia) el Colegio De la Salle. Poco a poco se fue transformando en un gran colegio y se pensó que sería conveniente adquirir unos terrenos para campos de deportes. El Sr. Silla, corredor de fincas, se enteró del ofrecimiento por parte de doña María de los Desamparados López Garín de unos terrenos situados detrás de los cuarteles, aunque a los Hermanos les parecían situados un poco a trasmano, pensaron que eso les posibilitaría la salida de los internos los días de asueto y así las tardes de los jueves los alumnos internos disfrutaban de los juegos y deportes en el campo de los algarrobos. Este fue en principio el uso que se le dio al llamado por los Hermanos “ El campo de los algarrobos”.

Pero como desde sus orígenes los Hermanos De La Salle siempre han tenido la idea de tener escuelas gratuitas para dedicarlas a los hijos de los artesanos y de los pobres. En una visita del Hermano Provincial Felipe Andrés Viñuela, les comentaba a los Hermanos la necesidad de crear una escuela gratuita a la que pudieran asistir alumnos del pueblo. Así ya por los años 60 rondaba por la cabeza de los Hermanos la idea de construir una escuela gratuita en el campo de los algarrobos, el lugar lo veían idóneo por ser solar espacioso y tranquilo y por su ubicación, lindero con una zona de cuevas habitadas por gente humilde. Además del campo de los algarrobos, se compraron unos terrenos lindantes con el campo de fútbol de Paterna y así se redondearon los terrenos adquiridos. La Historia comienza en 1964 con la elaboración de los Planos para la futura Escuela, hechos por don Joaquín Rieta Sister, los planos se adecuan a la calle San Martín en un solo bloque de 150 metros. Después de salvar gran cantidad de obstáculos, la Escuela Profesional de Paterna inició su andadura en el mes de mayo de 1966, así consta en el archivo de la Casa Generalicia: El colegio La Salle de Paterna ha terminado las construcciones y las instalaciones necesarias para poder acoger a unos 500 alumnos. Hemos conseguido crear un centro para la enseñanza profesional a favor de la numerosa población obrera de la villa de Paterna. Se empezaba con la formación específica de mecánica y electricidad. El primer adelantado y portador es ese rótulo que sobre fondo amarillo en negro, va a gritar a todo lo ancho del Llano del Cura “ESCUELA PROFESIONAL”.





Alrededor de aquel 28 de marzo de 1966 todo viandante que cruce por ese lugar se irá familiarizando con ese nombre tan significativo para nosotros. Decididamente 1966 será el año de la obra y las “cuevas” del Alborchí se irán acostumbrando a ver el gigante que se alza a sus pies y ya nunca llamarán a ese barrio el del olvido. El 2 de junio de 1966 don Alfredo Aparisi, capellán del Colegio, bendecía la “Primera Piedra”.





El tema de la Escuela Profesional era prioritario para los Hermanos y aún cuando la totalidad del edificio no estaba terminado, se pidió permiso para comenzar el curso en 1967 con cuatro clases y cada año se tenía proyectado de ir ampliándolo. Así se pidió que el Hermano Superior asignara para dicha apertura a una Comunidad de Hermanos. El Distrito propuso a los Hermanos Pablo Martí Munar, como Director, Francisco Olmeda Domingo y Gregorio Juste Andrés. Los tres llegaron con gran ilusión para empezar una tarea nada fácil, pues a la carencia de todo, hay que añadir: van a depender temporalmente del Colegio La Salle, patrocinador de una Escuela falta de tradición. Se suman los profesores seglares D. José García Bautista y D. Moisés Rodríguez del Río, que se dedicaran básicamente al alumnado de Formación Profesional. Contarán con su buena voluntad entrega y la ayuda de Dios.



El día 4 de octubre de 1967 las clases abrían sus puertas en la Escuela Profesional La Salle de Paterna. Comienza el curso siguiente aumentando el número de alumnos a 354, de los que 156 son de Preaprendizaje y Oficialía Industrial, se hace necesaria la ampliación del profesorado, el Hermano Gregorio Juste es sustituido por el Hermano Gaspar Espinilla, y también se incorpora el Hermano Pablo López, como seglares se incorporan al principio de curso D. Francisco Codert Novejarque, D. Vicente Gil Marco, D. Francisco Bueno Almenar, D. José Rubio y, antes de Navidades, D. Francisco Arnau Ruiz.



Como sea que hay 23 mediopensionistas se incorpora, para las tareas de la cocina Da. Lorenza García y el capitán Varona, que se encargará de la Educación Física. Cuando va a comenzar el curso siguiente, la Comunidad está compuesta por los Hermanos: Pablo Martí, como Director, Juan Sitges Pascual, Jesús Díaz Martínez, Raimundo Martínez García y el Hermano estudiante Pedro Mercader Orts, al mismo tiempo se ve ampliado el profesorado seglar con la incorporación de Da. María Dolores González Ejarque, primera maestra que se incorpora en los colegios La Salle de la Región Valencia-Palma, a continuación Da. Concha Tormo Bayo, más profesores como: D: Fermín Cano, D. Mario Costabella y D.Alejandro Pascual Ruperez, que se hace cargo de la Educación Física, éste último prepara a sus alumnos para los campeonatos escolares y consigue que ganen 12 medallas en una sola competición.



También se consigue, en marzo de 1969 el Decreto por el que el Jefe del Estado eleva a la Escuela como “Colegio Reconocido”. Conforme van comenzando nuevos cursos siguen incorporándose nuevas profesoras como Da. Lucía García Robledo, Da. María Jesús Villalba Lorente, Da. Carmen González Espada, Da. Celia Sanz Bricio, la Madre Felisa González, Hermana Francisca Ana Riera y la Madre Juana María Pavón. En el curso 1971 a 1972, el Centro que era exclusivamente para alumnado masculino, comienza a impartir las enseñanzas de Formación Profesional de Primer Grado, Rama Administrativa, y se configura como centro mixto, entrando en nuestras clases las primeras .



información extraída de la pagina web de la Salle Escuela Profesional.

miércoles, 8 de abril de 2015

LA TIA MARIA, LA DELS ENTREPANS



RECORDEU A LA TIA MARÍA, LA DELS ENTREPANS, PERQUÈ LLEGIR ESTE PRECIÓS ESCRIT DE JOSEP HERRERO I GARCIA, SOBRE ELLA, QUE PUBLIQUE EN LA REVISTA EL TESTAR, EN EL 2011, GRÀCIES PER PORTAR-NOS TANTS RECORDS.

                                                                   DIBUIX DE JERONI.





JOSEFA SOLAZ MARTINEZ(LA PALOMETA)


El dia 5 de Juliol de 1916, va naixer a Paterna, al 7 número 64 de Ies coves de Godella(1) Josefa Solaz Martínez. Josefa, va ser Ia major del cinc fills que tingue el matrimoni format per Agustí Solaz Gomez, natural de  Calles , comarca dels Serrans (ValenCIa), l de Josefa  Martínez Vila, de Paterna.
Com quasI tots els xrquets de prtncrpls cIeI segle passat, va tindre poc de temps per ajugar, i mes sent, com era, la major de tots els germans. No obstant anar poc de temps a l'escoIa, sabia Ilegir i escriure. No cal dir que prompte es va posar a treballar.
És molt curios (almenys curios), que en la partida de naiximent d'una dona de les primeries del segle XX al consignar la seua professio, deien: "La de su sexo", perque a mes de parir, que si que era del seu sexe, Ies dones treballaven on podien. Anaven a Ia seba, a servir a Ies cases mes riques, a vendre aI mercat, a plegar garrofes, olives, a la verema, acI’i a Franca, en algun taIIer de modista (a Paterna, sempre hi ha hagut moIta tradicio en modisteria), en fi, on podien. A mes de tindre Ia casa neta, en punt al fills i a I‘home, i en molts casos aI veIIs.
Com es veu, la definicio de Ies actes de naiximent del segle XX, no reflectia, exactament, Ia realitat.
Disculpeu-me esta reflexio’ en la biografia de la tia Fina, pero es que al traure en el Registre Civil Ies actes de naiximent d'algunes dones de Paterna, que van na’ixer a principis del segle XX en Ies quals estic interessat, en totes venia Ia mateixa definicio’. A hores d’ara, en l’any 2005, no deixa de sorprendre.
Com moltes altres dones, la tia Fina traballava com a excaixadora de ceba per a “Morret” (2).
Als vint-i-set anys es va casar, amb Ernesto Mortes Franco (de la familia dels "UIi"), i el dia nou de Juliol de 1943, nasque’ el seu primer fill (Ernesto) i aI cap de tres anys, va naixer el segon, que va morir prematurament (3).
En l'any 1949, contractada per "Rubio" (Jose’ Rubio Vivo), un altre comerciant important de cebes de Paterna, s’en va anar en companyia de trenta-huit o cuaranta persones mes al poble d'Abla, en la provincia d'AlmerI’a, a encaixar cebes durant cuarenta-cinc dies. En esta ocasio’, la va acompanyar l‘home, que anava com fuster a muntar els caixes. Se'n van anar tots en un camio gran. Les fustes per a les caixes, tallades a mida per a muntar-les, anaven al pis de Ia caixa del camio, i totes les persones, damunt. Eren temps durs, i Ies persones tambe ho eren. Des d'eixa ocasio’ en avant, va treballar sempre per a "Rubio".

EL NEGOCI FAMILIAR

Sent encara fadrina, quan s'acabava Ia temporada d'encaixar ceba,ja ajudava a sa mare (la tia Pepeta) a vendre cacau, tramussos i entrepans als soldats en eI periode cl'instruccio, (sa mare va ser Ia que comenca' eI "negoci familiar").Despres, a l'anar els anys doblant a la seua mare, va ser ella la que es posa al front de "l'empresa".
Els germans, Rafel, Agustí, Enric iAntoni, i el seu fill, quan era mes majoret, I’ajudaven en allo que podien, pero el fort de la faena era per a la mare i, sobretot, per a ella.
Segons em conta el seu fill, Ernesto, el dia comencava abans de l'alba en casa de la tia Fina. Sa mare i ella s'alcaven a les cinc del mati. Encenien cinc o sis foguers de carbo’ i comencaven a fregir cre'illes per a les “tortilles” o truites embotits pocs, alguna botifarra o llonganissa i poca cosa mes. Tambe portaven entrepans de cavalla (que la venien en uns pots grans, redons, que una volta buits, els xiquets el gastavem per Y a guardar el botons per ajugar). Tambe portava, Ia tia Maria, algun entrepa de “fiambre”, pero poca cosa; allo  que demanaven quasi tots era la truita de cre'illes.
Estava boni’ssima!
Els soldats del 20 de Guadalajara, no sabien com Ii  dien i comencaren a dir-li “tia Maria”. l “tia lVlaria" se li queda per a sempre.

LA TIA MARIA


  DIBUIX DE JERONI



Al peri'ode d'Instruccro, el reclutes eixiem per la porta del quarter que estava orientada al nord (hui I'Avinguda  d'Europa) i per aquelles llomes i pujols, els caporals la i suboficials, ens pegaven un passo’ de mes de dos  hores cada dia. Cap a les nou i mitja o deu que veniem a parar de tanta panxada per terra itant d'anar amunt i  avall, tenI’em els budells pegats a la pell.
Quan el sergentja deia "descanso a discrecio’n", ens  tiravem com a llops cap a la tia Maria, queja estaba esperant-nos. Eren deu minuts molt mareJadors, tots demanant-li i ella i sa mare, donant-nos els entrepans I La.“ Mana“ Mmmm” “Mmm; cobrant. Algu’ dels germans estava a l'hombra d'una garrofera amb un canter d'aigua que omplien per la nit i el deixaven al ras perqu es refrescara. Quan els botües es buidaven, de I'aigua del canter, es tornaven a omplir.

Algun dia, la tia lVlaria es retardava i, quant tots ens preguntaven que li auria passat,ja la veies baixar mig de gaido, amb aquelles sistelles planes i ovalades, amb encaramull d'entrepans.
Encara estava Iluny de nosaltres ija anava dient-nos: “Ja vaig, fills,ja vaig-. És que hui els foguers no anaven be”, s'excusava.
No recorde quant ens cobrava per un entrepa' de truita de cre'illes, del glop d'aigua, si: en cobrava un xavo. Hi havia voltes que veni’es amerat, i en eixos cleu centims, li buidaves mitja botüa, i la tia lVIarI’a, per tota amonestacio’, et deia: “iAi fill, quanta calor duiesl".

Alguna vegada, com sempre anavem curts de "respiracio’", li deiem: “Tia Maria, dema li pagare, que hui no porte diners”. “No et preocupes, fill,ja m'ho pagaras dema”. Quan a l'endema li deies: “Tinga tia lVlaria, l'entrepa o el glop d'aigua d'ahir, que no l'il vaig pagar”, ella et mirava i contestava: “ Gracies fill,ja no me'n recordava”. No dic que algun entrepa no el cobrara, pero no era habitual. Fins i tot, pense que alguna volta, si es recordava qui no li havia pagat i ella el veia curt de butxaca, no li deia res. Ella era aixi.
Quan a Paterna s'acabava el periode d'instruccio se n'anava a vendre els seus entrepans al quarter de Betera.
Fins itot, un any, en les maniobres militars que periódicament es feien a Almansa (Albacete), la tia lVlaria, els va acompanyar per a seguir guanyant-se eljornal. No li feia por res.
Quan en 1990 va morir el seu home, ella va seguir venent entrepans i el nous productes que li demanaven els alumnes del col.legi de La Salle, que esta un poc mes amunt de sa casa. L‘hem vista, fins que les forces Ii han anat minvant, tirant d'un carret, venent els seus productes.
Els u’ltims anys,jo I'he vista a les vesprades, assentada en una cadira xicoteta, prenent el sol a la porta de sa casa, al carrer Mestre Ramo’n Ramia, nu’m. 50, antic cami’ del cementeri.
Va morir el dia 21 de Novembre de l‘any 2000.


LA FAMA DE LA TIA MARIA

Degut a la meua faena com a pintor, he hagut que rodar molt per tota la geografia espanyola, i he pogut donar-me en molts Ilocs distants entre si, de qui va ser la “tia Maria" per a molts dels soldats que van fer la intruccio’ a Paterna.

Quant, almorzant al bar, dius que eres de Paterna, en moltes ocasions, alguns dels I'homens que hi ha, et diu que ell tambe va fer la instruccio’ al 20 de Guadalajara de Paterna.
Tambe hi ha hagut vegades en les quals, al saber que eres de Paterna, es canvia I'actitut, et miren durament i et diuen "el teu poble, pintor, ens du records molt amargs, allí afusellaren a mon pare, o un tio, o un cosi...", en eixos casos, naturalment, la conversa gira entorn de la injusta actitud dels "vencedors" de la guerra, pero en la majoria del casos, es la tia Maria la que ix a relluir.

“¿Encara viu?" ens pregunten. “SI’ encara, -els he contestat-. ¿Vos en recordeu quins enprepans mes bons que portava?" -“Ja ho crec, i calentets encara-. ¡Qui agafara ara aquells entrepans i els pocs anys que teni’em aleshores! l Xarre agust, almorzant i recordant la tia Maria.
Aco m'ha passat a Albacete, concretament, a Tobarra, a Morella, a Castello’; a Albaida, a Castilla a Alacant; al bar de Montblanc a Tarragona...
I encara vos dire mes.
Fara uns deu anys, anavajo cami de Vitoria a vore si exposava allI’ els meus quadros. Dons be’, quan la província de Soria s'acaba amb I'imponent port de Piqueras, nomes baixar el vessant nord i entrar a la província de Logronyo, La Rioja, quant comenca eixa vall tan bonica del riu Iregua (“el valle de Cameros" diuen alli), en baixar dic, pare el cotxe al primer poble d'eixa vall, Villanueva, en un restaurant que hi ha a ma dreta. Nomes baixar, veig aparcat un cotxe amb matricula de Castello’. Entre al restaurant, veig a un home cara al cambrer demanant-li de menjar, i al sentir-Io demanar I‘entrepa, per la fonetica de la parla, vaig saber que era el de Castello’. No en vaig recordar com Ii deien. L'unic que recorde es que era de Sant Mateu.
Vam assentar-sejunts a almorzar.
Al sentir-nos parlar en valencia, un home que hi havia assentat al costat nostre, almorzant tambe, ens pregunta, "Son ustedes valencianos, ¿ verdad?". Li contestarem que si’, i I'home com estava sol i ve’rem que tenia ganes de companyia, Ii diguerem que ens acompanyara a la nostra taula. No es va fer de pregar i comencarem a almorzar. Al poc ens va preguntar d'hon erem. De Sant Mateu, a Castello’, Ii contesta el meu company de taula, i de Paterna, li contesti’jo.
A I'home se Ii van obrir els esperits, havia fet la instruccio’ a Paterna!
A partir d'eixe moment, la conversa passa a ser un monoleg per part d'ell.
Ens va preguntar de seguida per la tia Maria. No es recordava dels noms de cap dels suboficials, ni oficials, ni caporals, ni res de res, pero a la tia Maria (en dela), no se la podia oblidar mai.
Ningu dels que hem fet la instruccio’ militar al 20 de Guadalajara, la pot oblidar.
AI poble d'Ares del Maestrat (Castello’), tinc un bon amic, Eugeni García Selma, que tambe va fer la instruccio’ a Paterna, que quanjo vaig per aIII’, Ii agrada recordar la tia Maria i als seus entrepans -era la iI.lusio’ diaria- em diu.
 Com va gaudir aquell home aquell dia
L'ültima vegada que va eixir a relluir la tia Maria, va ser l'altre dia al Trinquet de Pelayo (4), a Valencia, concretament, el dia 13 de lVlarc del 2005, en la final del Trofeu Bancaixa. Mirant la partida de pilota, drets, perque no cabia una agulla, hi havien dos xicots d'Ontinyent. U d'ells, Paco Sanchis Donat, hi havia fet la mili a Paterna (quinta del 67) i tambe se'n recordava molt agradablement de la tia Maria.
Si fo’ra possible comunicar-se tots els reclutes de totes les quintes que hem conegut a la tia lVIaria, els proposaria que li erigi’rem un monument. Un modest monument per a recordar a una dona que va dolsificar un poc l'estada ací de la gent d'altres provr’ncies que venien a fer I'obiigada ¡nstruccio’ militar a Paterna, i alhora, influir que eixa gent guardara un millor record del nostre poble.
Almenys, estes persones recordaran Paterna un poc me’s agradablement que amb la rabia i la tristor que, degut als afusellaments de la repressio’ franquista, se la recorda sempre.

Sense proposar-s'ho, va ser una bona ambaixadora de Paterna per tot Espanya.

Valguen estes II’nies, per a recordar a Josefa Solaz lVlartI’nez (la Palometa), "LA TIA lVIARIA".

Josep Herrero i Garcia
Paterna, Abril del 2005

(1) Estes dades, les he tretes del document d'identitat de la tia Fina, perque en el Registre Civil, no esta la seua partida
de naiximent. Moltes actes de naiximent d'abans de la guerra civil de 1936, s'han perdut.
(2) Vicente Esteve Moreno, conegut per tots com "Morret", era un comerciant de cebes que donava treball a moltes dons com a encaixadores i triadors, i als ho'mens, per a muntar les caixes.
(3) Abans, quan moria un « albaet >> era costum portar el xicotet fe'retre, entre quatre Xiquets fins al cementeri. Jo vaig ser un dels quatre, que van portar al fill de la tia Fina.
(4) Tinguem en compte la data en que escriu l’autor, que consta al final de l’article.
AGRAÏMENTS: A Nieves, la de Rubio, o "Comareta", a Ernesto, fill de la tia Fina, a Amparo Ferrandis, la "Sucrenya" i a Enrique Solaz, germa de la tia Fina, que em van rebre a sa casa sempre molt amablement.