lunes, 9 de marzo de 2015

BREU HISTORIA DE LA CANYADA



 LA CANYADA


La zona de La Canyada es uno de los pocos pulmones que nos quedan en Paterna, poblada de pinos, zonas verdes y chalets habitados por veraneantes y por gentes que habitualmente residen en esta zona veraniega durante todo el año.






D. Pascual Belenguer Andreu, paternero de pura cepa, y su esposa Doña Emilia Martínez Abil, fueron los primeros colonizadores de La Canyada hace más de ochenta y cinco años años, que es la edad que se estima que tiene esta zona veraniega.

Allá por el año 1920 le compraron unos terrenos a D. Vicente Guillén, también de Paterna. Había siete anegadas y media de terreno de secano hasta el horno de la cal (situado junto a la vía del tren a la altura de la puerta principal del mercado Municipal), y pagó 270 pesetas por toda la parcela que luego plantó de cepas y algarrobos.

El día 24 de Septiembre de 1924 hizo la primera parada en el apeadero de La Canyada el primer tren, inaugurado oficialmente el 6 de Noviembre del mismo año.

En principio pusieron una mesita junto al andén para servir agua y refrescos a los pasajeros. Luego construyeron una barraca de cañas y le llamaron "Merendero la Alegría” donde comenzaron a guisar paellas. Luego construyeron un barracón de madera, y posteriormente un edificio de obra bajo la dirección del Arquitecto Cortina, que se tituló "Bar Casa Pascual”. Dos años después comenzaron las construcciones de chalets y fincas alrededor de este bar, y, en 1927 se comenzó a urbanizar La Canyada incrementando su desarrollo en esta zona. La Canyada fue para Valencia, posiblemente con el Vedat de Torrente, uno de los pulmones más próximos a la capital, mimado por los urbanistas de entonces y por los habitantes de siempre.
La Canyada encierra para nosotros un tesoro de recuerdos. Era, por así decir, la excursión más barata y más posible de nuestra infancia. Estaba al alcance de todas las economías. El «trenet» nos situaba en treinta o cuarenta minutos en el antiguo e incipiente poblado. La «Lloma redona» era, sin duda, la «muntanyeta» que podíamos contemplar -con su romero, su tomillo, su «rabo de gat»- más próxima a Valencia. Aún podíamos prolongar nuestra excursión bajando hasta la presa de la Real Acequia de Moncada.

Ah! En el poblado y en la presa nos podían servir gaseosas y cerveza y hasta podían guisarnos una fenomenal paella valenciana.




La Canyada se hizo poco a poco, a fuerza de enfrentamientos y aún confrontamientos, de disgustos y desazones, de ilusiones, de esperanzas. Remontémonos un poco, al servicio de la historia, una vez conocidos los datos fundacionales que explicamos al principio de este escrito. Según cuentan los historiadores, para que los niños que deseen visitar La Canyada y respirar el aire puro de sus pinos, es el Parque Público Municipal situado en el corazón de La Canyada, junto a la estación del ferrocarril, al que pueden acceder todas las clases sociales y que se tuvo que pasar por ciertas vicisitudes que a continuación hacen historia (según relatos de D. Vicent Badia y Marin, al que debemos estos datos).

Con anterioridad al año 1947 en que formalmente se pidió por el Alcalde de Paterna a los herederos del Conde de Montornés la cesión gratuita de unos terrenos para parque público, diferentes parcelaciones propuestas por la Señoría habían sido desestimadas, no ya por el Ayuntamiento sino por una Comisión de Autoridades y Jerarquías Locales y vecindario que se convocó al efecto. Esta Comisión se remitió a la gestión municipal cerca de los herederos del Conde para pedirles la cesión gratuita del perímetro de pinada necesario para la creación del Gran Parque, como también de la parcela donde a la sazón se estaba construyendo la Iglesia de La Canyada. Naturalmente se apelaría a la expropiación forzosa, como último recurso, si los herederos del Conde no se avenían a razones. Y en este trance ya se plantearía el Ayuntamiento la forma de obtener los recursos necesarios para la expropiación.

En vista de las dilaciones que a juicio de la Señoría experimentaba la aprobación del plan de urbanización se denunció el caso al Gobierno Civil de Valencia. El gobernador no se mostró remiso a tal requerimiento y el 15 de Octubre de 1947 pidió informes sobre el caso al Ayuntamiento de Paterna. El 21 de Noviembre siguiente el Alcalde informó a Gobierno Civil, haciendo, entre otras, las siguientes puntualizaciones: que había encargado la formación del correspondiente plano al Arquitecto Municipal, el cual había elaborado un croquis como anticipo del proyecto, si bien por falta de contacto y entendimiento con los Herederos del Conde de Montornés no había prosperado; que la zona que en el croquis se intentaba destinar a parque público no podía ser una plaza, sino, necesariamente, un parque para solaz y esparcimiento, en cuyo parque el Ayuntamiento llevaría a cabo la repoblación de pinos y plantación de otro arbolado; que eran de agradecer los favores recibidos de los Herederos del Conde reducidos a sus justas proporciones y teniendo en cuenta que los grandes latifundios propiedad de aquellos se beneficiaban considerablemente al convertirse en solares; y, en definitiva, que era importante que los terrenos acotados en el croquis se destinaran a parque público.

Naturalmente, la exigencia o el condicionamiento de la Alcaldía de Paterna, incluso en el tono del informe, venía a cuento con el tono desfasado y anacrónico de la denuncia que recordaba y enumeraba los favores recibidos por el pueblo -¡a siglo y medio de la proclamación del dogma de la soberanía popular- desde la cesión de una casa para el Sindicato Agrícola de San Isidro, a la donación de terreno para escuelas pasando por la habilitación del Palacio de Paterna el año 1921 como hospital de sangre para la guerra de África.

El 10 de diciembre de 1947 se apeló de nuevo a los herederos del Conde para que cedieran gratuitamente los terrenos en cuestión. Tres días después el Gobernador de Valencia resolvió la denuncia formulada por la Señoría.

En realidad, más que resolver, reconocía la facultad del Ayuntamiento para modificar las parcelaciones propuestas y se remitía a los cauces del Estatuto Municipal y del Reglamento de Obras y Servicios, de 1924, para que una vez aprobados los proyectos y previa declaración de utilidad pública, se llegara a la expropiación de los terrenos, todo ello sin perjuicio de recomendar el llegar a un acuerdo en beneficio de ambas partes. El 24 del mismo mes los herederos del Conde se avenían a razones accedían a la cesión gratuita del terreno solicitado para parque público, un terreno de 51 anegadas y un cuartón equivalentes -nos dan hecho el cálculo a 42.587,95 metros cuadrados, imponiendo como condiciones que no podían ser convertidos en solares edificables ni enajenados por la Corporación y obligándose el Ayuntamiento a tener aprobado en el plazo de cuatro meses el plano de urbanización de la zona contigua y próxima a dicha parcela y en el plazo de un año el de urbanización de toda La Canyada, ofrecimiento que mantendrían hasta el 31 de Enero de 1947.




No faltó la complacencia gubernativa para el Alcalde de Paterna, aquello era un éxito completo y el Ayuntamiento debía de aceptar. El 26 de Enero de 1948 la Corporación Municipal aceptaba el ofrecimiento de cesión de los terrenos con las condiciones impuestas y acordaba un voto de gracias para su Alcalde.

Conforme a lo estipulado, el plano general de alineaciones de La Canyada fue aprobado por el Ayuntamiento el 11 de Octubre de 1948; y a su vez el 26 de noviembre del mismo año el Consejo Provincial de Sanidad aprobaba el plano de ensanche, saneamiento y mejoras de La Canyada.

Pero aún había mucho que pelar. El Ayuntamiento de Paterna había cumplido su compromiso fundamental: la Señoría todavía no había otorgado la escritura de cesión de los terrenos, dando lugar a que tras el requerimiento acordado por la Corporación de Paterna el primero de febrero de 1949, se viera el Alcalde en el trance de denunciar ante Gobierno Civil la demora de los Herederos del Conde de Montornés con la conminación de apelar a los Tribunales de Justicia.

Hasta el 9 de Septiembre de 1950 no se llevó a cabo el otorgamiento de la escritura de cesión (4). El pleno tuvo conocimiento de ello el 28 del mismo mes, en cuya sesión nombró hijo predilecto de la Villa a su Alcalde.

No pretendemos hacer la radiografía espiritual de Gerardo Salvador Moros. No es hora de ello. Pero a poco que hurguemos en el contorno de su personalidad descubriremos su reciedumbre humana que le llevó a afrontar las mayores dificultades, los problemas verdaderamente difíciles, sin importarle ni la alcurnia, ni la potencia financiera, ni la influencia política de quienes a lo largo de su mandato como Alcalde de Paterna fueron sus antagonistas. Vaya con estas palabras nuestro testimonio de admiración.

Nota: Como se indica anteriormente debemos este relato a D. Vicent Badia i Marín, que transcribo para rescatar y dar a conocer parte de los temas históricos de Paterna.


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